Después de tanto tiempo de confinamiento y restricción de movimientos: ¿quién no sueña ahora mismo con hacer una inmersión en plena naturaleza?, ¿quién no añora las salidas al aire libre?, ¡qué ganas de volver a caminar el agua!. Afortunadamente, ya ha llegado ese momento en el que podemos volver a conectarnos con el entorno natural. Aquí os presento una forma diferente de realizar esa incursión. Esta salida se puede enfocar de muchas maneras, pero hay una muy atractiva y que no es la habitual. Seguramente no la hayáis probado todavía: hacer un baño de bosque.
Los baños de bosque (Shinrin-yoku en japonés) son una práctica originaria de Japón. El Ministerio de Agricultura, Silvicultura y Pesca, lo comenzó a promover por los años 80. Dado el éxodo rural masivo en un país donde aproximadamente el 80 por ciento de su población vive en ciudades, el gobierno nipón decidió promover esta iniciativa consistente en visitar zonas de bosque y conectar con el entorno: observar, caminar, sentarse, escuchar. En definitiva, bajo este concepto se designa una nueva actividad: caminar por la naturaleza con los cinco sentidos.
Es una práctica que consiste en pasar tiempo en la naturaleza, con el objetivo de mejorar la salud en general, el bienestar personal y el estado anímico y espiritual. Buscar una conexión con nuestro propio cuerpo y con el entorno natural.
Se trata de dar paseos (a partir de los 15 minutos ya se empiezan a notar los efectos, pero lo ideal es que sea al menos durante una hora) por un entorno natural, preferiblemente un bosque frondoso, pero en realidad se puede hacer en cualquier lugar natural y abierto, así que podremos perfectamente aprovechar este baño de bosque para pasear por una zona fluvial.
Lo más importante, en este caso, es nuestra predisposición para vivir esta experiencia. Es fundamental agudizar nuestros cinco sentidos: escuchar, estar relajado, respiración consciente, aceptar y reconocer la presencia propia y dejar que los sentidos sientan y disfruten de lo que hay a su alrededor. Para conectarse con la naturaleza hay que dejarse llevar y dedicarse sólo a sentir y observar. Dejar libre la mente de cualquier otro pensamiento. Es vivir una experiencia sensorial.
El paseo es importante pero no lo es todo, para profundizar en nuestra relación con la naturaleza se pueden aplicar otro tipo de rutinas como sentarse, tumbarse en una zona tranquila, comunicarse con otras especies, etc.
Se trata de desconectar de nuestras rutinas y preocupaciones: así que es obligatorio apagar los móviles y, aunque hagamos el recorrido en compañía, pasear en silencio, concentrándonos en todos aquellos estímulos provenientes de la naturaleza que nos rodea: sentir los rayos de sol en nuestra cara, escuchar el sonido del viento, las hojas al pisarlas, el olor de las plantas, el trino de los pájaros, el sonido del agua del río fluyendo por su cauce, las diferentes texturas y colores que nos ofrece el bosque y, para los más atrevidos, saborear algún elemento del entorno como un pequeño trozo de palo o una brizna de hierba.
No se trata de una meditación al uso, pero si es básico que nuestra atención esté centrada en el entorno, y no se dedique a su pasatiempo favorito: la anticipación de problemas. Como hacemos cuando salimos a “caminar el agua” caminando generaremos un vínculo emocional con nuestro territorio y estos baños de bosque van incluso un paso más allá.
¿Cuál es la mejor manera de realizar este paseo?. Esta experiencia sensorial puedes realizarla a tu manera o bien contar con personas certificadas y formadas en la materia que trabajan como guías de baños de bosque y que nos acompañaran en el paseo proponiendo una serie de “sugerencias guiadas” para facilitar el despertar de nuestros sentidos y a restablecer el vínculo con la naturaleza.
Independientemente de la modalidad que elijamos, la mejor manera de comenzar es caminando muy despacio por una ruta o sendero que permita estar en contacto con cada una de las especies que conforman el bosque.
Respirar profundo, atender a los sonidos que ofrece la naturaleza, y activar el resto de los sentidos cerrando los ojos por unos minutos. Recorrer sin prisas algunos senderos, afinar el oído, aspirar el olor del entorno, respirar profundo, sentir el contacto con el aire, escuchar el viento entre los árboles, pararse a oír los cantos de los pájaros... Eso es un baño de bosque.
Tras la caminata, es muy interesante sentarse e incluso tumbarse en el suelo bajo alguno de los árboles y permanecer en silencio al menos 10 minutos, con la mente centrada únicamente en lo que el paraje nos ofrece a través de sus sonidos.
En definitiva, se trata de desconectar, de moverte y de dejar que tu mente vuelva a ese estado natural donde había menos preocupaciones, donde todo pasaba un poco más despacio y uno tenía tiempo para aburrirse.
BENEFICIOS PARA LA SALUD
Realizar una inmersión en un paraje densamente poblado de árboles supone para el cuerpo una indiscutible sanación. “Debemos volver a la naturaleza, y ese es mi mensaje para el mundo”, rezan las palabras del Dr. Qing Li, inmunólogo y director de la Sociedad Japonesa de Medicina Forestal.
Los numerosos estudios realizados en Japón, una sociedad eminentemente urbana y con unos elevados índices de estrés entre su población, evidencian cómo el impacto de los baños de bosque en la salud es real: bajan la presión arterial, fortalecen el sistema inmunológico, reducen las hormonas relacionadas con el estrés y la incidencia de infartos.
Los shinrin-yoku, hoy convertidos en ciencia, forman parte del Programa de Salud Nacional de Japón, con 62 bosques incluidos y guías terapeutas especializados en esta práctica.
Se calcula que alrededor de dos millones de personas lo practican en Japón. Algunas empresas incluso lo ofrecen a sus trabajadores como alternativa a un estrés laboral. Los baños de bosque son utilizados como una terapia preventiva, una práctica saludable que radica en un remedio barato y sencillo: escapar al campo.
Los mensajes que nos llegan desde los medios de comunicación se centran principalmente en destacar los efectos negativos que la contaminación ambiental tiene sobre la naturaleza y su repercusión sobre nuestra salud y calidad de vida, sin embargo, la población general, desconoce las bondades terapéuticas de los espacios naturales y los beneficios que nos reportan tanto para nuestra salud física como mental.
Casa de Campo de Madrid, junio 2020. A veces no hace falta irse lejos de la ciudad para encontrar a la naturaleza. ©Caminar El Agua
Un estudio realizado por el Observatorio de Salud y Medio Ambiente del Instituto DKV de la Vida Saludable concluye que «los espacios verdes disminuyen los niveles de estrés, ansiedad, insomnio y estado depresivo, a la vez que reducen la obesidad, la diabetes y la presión arterial, ayudan a prevenir determinadas enfermedades no transmisibles y mejoran el sistema inmunitario», enfermedades y sintomatologías que han aumentado a medida que lo ha hecho la urbanización de la sociedad y algunas de ellas se han visto agravadas por la inmovilidad a la que nos hemos visto obligados durante el periodo de confinamiento en nuestros hogares.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) también ha analizado los efectos beneficiosos del contacto con la naturaleza. Según la OMS, la salud no consiste únicamente en una “ausencia de afecciones o enfermedades” sino de una mejora de las condiciones personales.
Los baños de bosque han tomado una importancia relevante a raíz de los investigadores como Lii, Tomoyuki , ellos han probado y demostrado los efectos de las sustancias fitoncidas. Dichas sustancias son auténticos antimicrobianos , son sustancias volátiles y no volátiles producidas por las plantas y los árboles que a modo de aromaterapia natural refuerzan el sistema inmunitario, relajan el sistema nervioso y el número de células NK (Natural Killer, asesinas por naturaleza), así como los niveles de proteínas anti-cáncer intracelulares.
Como se puede apreciar, aunque los métodos sean diferentes, los objetivos finales de los baños de bosque son, en parte, los mismos que buscamos en las rutas de Caminar El Agua: Mejorar la calidad de vida de los que las realizamos y nos permiten reconectarnos con la naturaleza, con los ríos en el caso de nuestras caminatas. Nos hacen sentirlo como algo cercano, de valor y que nos aporta bienestar físico y emocional. Nos anima a preservarlo.
Así que, ya sea en un tranquilo paseo, un baño de bosque o una caminata a lo largo de los márgenes de un río, se despiertan en nosotros sentimientos que nos hacen disfrutar, a cada uno a su manera, de la naturaleza. Aprenderás a amar tu entorno, a respetarlo, cuidarlo y protegerlo.
Os animo a que busquéis por vosotros mismos qué manera de caminar os apetece y que viváis en primera persona la experiencia. ¿A qué estáis esperando para daros vuestro baño de bosque? Y si es caminando el agua, ¡mucho mejor!
Marta Santafé, Hidrogeóloga / Especialista en Agua y Medio Ambiente
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