La Semana de la Ciencia e Innovación de Madrid recién pasada fue una oportunidad para realizar una actividad nueva y diferente: una caminata nocturna con performances lumínicas. A continuación, te contamos cómo fue y te compartimos las fotos de la experiencia.
Las noches del 5 y 6 de noviembre pasadas nos reunimos 80 entusiastas caminantes (40 por día) para participar de una actividad experimental: se trataba de una caminata nocturna por la Dehesa de la Villa y su entorno, con el fin de descubrir e iluminar algunos de los vestigios del viaje de agua de Amaniel y la traída de aguas del río Lozoya por parte del Canal de Isabel II, que se encuentran en esa zona, y que pasan – casi – inadvertidos, fundiéndose entre la vegetación y los edificios.
La idea no era solamente realizar un recorrido guiado nocturno a través de estas infraestructuras, sino que también iluminarlas, haciendo emerger ese patrimonio oculto a través de la luz, en una acción efímera y colectiva. Para ello, nos pusimos en contacto con el diseñador lumínico Martín Flugelman y el fotógrafo Omar Díaz, con quienes ya habíamos ensayado una primera actividad con luces en abril de este año. Así que, con esa experiencia en nuestras espaldas, decidimos convocar a la ciudadanía con motivo de la Semana de la Ciencia e Innovación de Madrid a esta actividad experimental en la que, además de descubrir y aprender sobre las aguas urbanas y parte de sus vestigios, nos organizamos colectivamente para reproducir con luz los trazados de tuberías subterráneas y canales superficiales que alguna vez abastecieron a Madrid.
¿Cómo lo hicimos?
Primero, caminamos en silencio entre los árboles y la oscuridad de la Dehesa de la Villa hasta encontrar uno de los capirotes del viaje de agua de Amaniel. Los capirotes son grandes estructuras de piedra con las que se solían marcar los pozos de registro de los viajes de agua y para saber aproximadamente por dónde discurrían las galerías subterráneas de dichos viajes.
Allí, la Dra. en CC. Geológicas y Directora de Caminar El Agua, Lucia De Stefano, nos habló acerca del acuífero detrítico de Madrid y sobre qué eran y cómo funcionaban los viajes de agua, que abastecieron a Madrid de agua de boca, proveniente de dicho acuífero hasta mediados del siglo XIX.
Una vez preparados y con nuestras linternas en mano, la primera acción consistió en iluminar el entorno del capirote, por lo que, cada persona iluminó uno de los árboles que lo rodeaban, su tronco, copa y ramas, y, posteriormente, caminamos iluminando el suelo hasta el capirote, de manera de representar el agua que fluye bajo nuestros pies con el movimiento de la luz en la oscuridad.
Y lo cierto es que si hay un capirote, ¡tienen que haber más!, ya que, como mencionamos anteriormente, los capirotes, además de su función de ser “tapas de registro” de los pozos, están marcando la forma de las galerías subterráneas que transportan el agua. Por lo que, la segunda acción lumínica consistió en iluminar dicho canal subterráneo. Para lo cual, nos pusimos en fila, unos al lado de los otros, hasta conectar con nuestros cuerpos – y linternas – ambos capirotes y posteriormente producir una línea de luz para representar el agua que no podemos ver, pero que está ahí.
Seguimos nuestro caminar por la Dehesa de la Villa para iluminar una de las grandes olvidadas infraestructuras de la traída de aguas del Canal de Isabell II a Madrid: el canalillo. Un estrecho canal que servía para regar las huertas de grandes fincas situadas en la periferia de la ciudad, que se regaban con el agua que sobraba del abastecimiento a la población, y que fue una de las cuestiones más polémicas que supuso la traída de aguas del río Lozoya: pasar de la escasez a la abundancia de agua potable. Este canalillo ha sido prácticamente destruido en su totalidad, aunque todavía podemos ver un pequeño vestigio en el Parque Francos Rodríguez, en donde realizamos otra acción iluminando sus aguas y trabajando con stencils de figuras representativas de la época (aguadores, fuentes, burros de carga, etc.).
Terminamos la exploración en el resto arqueológico abierto del viaje de agua de Amaniel, ubicado en la calle Juan XXIII y que hace un par de años se restauró para ser visitable en su interior. De hecho, hoy en día, es posible agendar visitas contactando con el Centro de Información y Educación Ambiental Dehesa de la Villa. En este punto, nos tomamos la última foto y la más importante: la de grupo, iluminando nuestras caras.
Esta actividad contó con el apoyo de la Universidad Complutense de Madrid – Semana de la Ciencia e Innovación y el Observatorio del Agua de la Fundación Botín, además de la colaboración de: Omar Díaz, Martín Flugelman, Carlotta Valerio, Camila Kuncar, Lucia De Stefano, Irene Coto y Elena Coto. Y, fue posible gracias a la participación de 80 entusiastas ciudadanxs. ¡Muchas gracias y nos vemos caminando!
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