Val Venosta. Italia.
Muy cerca del confín con Austria y Suiza, en la región italiana del Trentino-Alto Adige, se encuentra el Lago de Resia, un lugar escondido entre frondosas montañas verdes con casas construidas hasta en lo más alto. De hecho, no es tarea fácil llegar hasta ahí, nosotras lo hicimos en coche desde Bolzano, atravesando pequeñas carreteras que se abren paso entre colinas con pronunciadas curvas, hasta que a lo lejos observamos el enorme campanil que flota sobre el agua, único testimonio tangible de una historia llena de dolor y agua.
Cuando estás delante del monumental campanil que emerge del lago te quedas en silencio. Es una imagen tan potente como evocadora. Luego empiezan a surgir las innumerables preguntas seguidas de las ganas de sumergirse a explorar lo que está oculto, porque esta historia tal vez puede definirse en una palabra: destrucción. Y aquí os la contamos.
En este lugar existieron originalmente tres lagos naturales: el lago de Curon y el de Resia, separados por una franja de tierra y más al sur el lago de San Valentino alla Muta, y dos pueblos, Curon y Resia, ubicados en las orillas de los lagos con el mismo nombre. La construcción de estos pueblos y de sus iglesias data del siglo XIV.
Aunque la amenaza sobre la construcción de una presa en estos lagos existía ya desde los tiempos en que la Val Venosta todavía pertenecía al Imperio austrohúngaro, no es hasta 1939 que la amenaza se comienza a transformar en una realidad. En ese año el Estado Italiano concede a la empresa Montecatini la construcción de la presa que uniría los lagos de Curon y Resia elevando el nivel del agua a 22 metros, lo que conllevaría a la destrucción y sumergimiento de ambos pueblos, Curon y Resia. Aunque con el inicio de la Segunda Guerra Mundial el proyecto fue abandonado, a finales de la misma y con un pueblo totalmente devastado y reprimido en una zona fronteriza de países en conflicto – el lago de Resia se encuentra a 7 minutos de la frontera con Austria y a 26 de la frontera tripartita entre Austria, Suiza e Italia – la empresa Montecatini anuncia, en el año 1947, la continuidad de la construcción del lago artificial que anegaría a Curon y a Resia.
En el verano del 1950, tras la violenta destrucción de ambos pueblos, las compuertas de la presa fueron cerradas y la cuenca artificial llenada poco a poco hasta inundar las 677 hectáreas de tierra que sumergieron definitivamente a Curon y a Resia. Los habitantes fueron testigos de la destrucción y hundimiento de sus propias casas, sus iglesia y todos los bienes culturales que formaban parte de su historia, su cultura y arraigo a este territorio.
Con el pasar de los años Curon y Resia fueron reconstruidos en una zona más alta con vistas al nuevo lago artificial, el actual lago de Resia, el más grande de la provincia, y donde se erige el poderoso campanil.
Visitar este lugar ha sido conmovedor: por una parte la imagen del campanil que flota sobre el lago es una imagen de destrucción, de dolor, y por otra, si se va en verano el escenario de desolación se contrapone bruscamente con una atmósfera vacacional, la gente que toma el sol, otros que juegan a la pelota, navegantes en vela o en barco a pedal se acercan a sacarse fotos con el campanil. El tiempo del dolor y la destrucción se confronta con el tiempo de las vacaciones, del disfrute.
Os animamos a visitar este asombroso lugar, pero si lo hacéis procurad tomároslo como un lugar de contemplación, para intentar así respetar y conservar su memoria y la de sus habitantes.